LOS PERROS QUE ESCRIBEN
ANÁLISIS DEL LIBRO "HISTORIA: ANÁLISIS DEL PASADO Y PROYECTO SOCIAL" DE JOSEP FONTANA.
III
(Segunda Parte)
El desarrollo del comercio europeo y de las
ciudades comerciales italianas, especialmente Venecia y Génova y Florencia
acelerará la aparición del movimiento de revitalización del conocimiento
europeo llamado Renacimiento y de un
estilo de historia humanista en la que “por primera vez se explotarían los
hechos de la antigüedad para valorarlos políticamente, sin empeñarse en buscar
en ellos la acción de la providencia y el cumplimiento de las profecías
bíblicas”.
Serán personajes como Nicolás Maquiavelo
(1469-1527) y Francesco Guicciardini (1483-1540) lo más destacado de esta
etapa. Y Fontana no oculta su admiración por el primero comentando:
“Maquiavelo
ambicionaba una especie de cuerpo doctrinal político, elaborado a partir de la
historia (…) Que quienes le aborrecían por estas ideas republicanas lograsen
convencer al mundo de que este hombre era un defensor de la tiranía y que se
haya identificado el adjetivo maquiavélico
con conceptos que no tienen nada que ver con su pensar recto, claro y libre, es
algo que debe hacernos meditar acerca de la mentira del saber académico que
propicia tales engaños”
En este mismo periodo, pero esta vez en Castilla,
se asistía al quiebre definitivo de las antiguas concepciones del cosmos
legadas por Ptolomeo con el descubrimiento
para Europa del Nuevo Mundo,
y pudo este impulso colectivo dinamizar la aparición de una nueva
historiografía, sin embargo, sólo logró la fugaz aparición de una corriente de
cronistas –Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), el padre de Las Casas (c.
1474-1566), fray Tomás de Mercado (c. 1530-1576)- que echó las bases de la
antropología moderna.
Simultáneamente, en Francia Mabillon
(1632-1707) elaboraba el cuerpo de métodos y reglas para el estudio de los
documentos que daría origen a la crítica textual que tanta importancia ha
significado para la ciencia de la historia.
Todo este cambio, representó una nueva
oportunidad para la conformación de ideas subversivas al sistema representadas
principalmente en Campanella y en los diggers
de Winstanley durante la revolución inglesa del siglo XVII que se tratará a
continuación.
Con la revolución inglesa del siglo XVII se
inicia esta dinámica etapa de la historia europea que se ha venido a denominar Ilustración o iluminismo en la que
aparecen personajes como Pierre Bayle (1647-1706) quien sistematizó el pirronismo histórico,
sin mayor legado que la proyección de la lengua francesa en Europa a través de
sus obras; pero en el que sin duda destaca un hombre que a la larga se
convertirá en los símbolos de esta época.
Voltaire (1694-1778) ha dejado al resto de
pensadores ilustrados la concepción de la historia como una “herramienta para la comprensión de la sociedad” y que además
provoca la admiración de Fontana debido a su osadía para enfrentar a un sistema
que para la época contaba con todas las formas de coerción imaginables. Sobre
él, Fontana dirá:
“A una visión de la
historia que se funda en la evolución del espíritu humano corresponde una
concepción política que sostiene que es la ilustración de los hombres, como
instrumento de modificación de su conciencia, la que ha de transformar el
mundo. Y a esa concepción política corresponde, a su vez, un programa de acción
como el de los ilustrados, que Voltaire ha puesto en práctica, no sólo por
medio de sus escritos, sino también con sus combates por la justicia y la
tolerancia”
Por su parte, Charles-Louis de Secondat
(1689-1755) llamado Montesquieu aportará a la teoría de la historia –desde el punto de
vista de proyecto social y político que explora Fontana- dos aspectos
esencialmente:
“La primera (…) es
la distinción entre lo meramente accidental y aquello que tiene una importancia
estructural para explicar los fenómenos históricos: la afirmación de que
existen unas causas generales que
permiten dar cuenta de la evolución histórico y que justifican el estudio
científico de ésta. La segunda es la visión de la evolución humana como el paso
por una sucesión de etapas definidas por la forma en que los hombres obtienen
su subsistencia”
La figura de Jean-Jacques Rousseau
(1712-1778) aunque según Fontana resulte más “un desvío que una etapa” en el
desarrollo de las ideas ilustradas sobre la historia es digno de nombrar pues
repercutirá (aunque él no lo hubiese deseado) en el desarrollo de la revolución
francesa con sus ideas sobre la vocación maligna de la sociedad que corrompe a
sus miembros.
Por último, Bonnot de Mably (1709-1785) y Diderot
(1713-1784) representarán un puente entre las ideas de la ilustración y de la
revolución, esto es el abandono de la esperanza de reforma de la sociedad
feudal, logrando los beneficios de la prosperidad capitalista de estilo inglés,
conservando el estatuto social señorial que infructuosamente intentó Turgot
(1727-1781).
Esta prosperidad que había deslumbrado a Europa
desde Inglaterra, fue resultado de un traumático proceso que inició con la
“abolición de las tenencias feudales, en 1646”, que “abrió el camino para una
etapa de desarrollo capitalista en la agricultura que, sumada a la expansión
comercial, sentó las bases que harían posible la eclosión de la revolución
industrial, un siglo más tarde”,
pero en el siglo XVIII representaba la opción al vetusto régimen feudal que
imperaba en Europa.
Este modelo de desarrollo capitalista será
expuesto al mundo a través de las obras de los miembros de la denominada escuela escocesa, quienes elaboraron una teoría de la historia
que venía prácticamente a hacer una genealogía del capitalismo.
“La parte central
de esta visión era, precisamente, su concepción de la historia: una concepción
que presentaría el curso de la evolución del hombre como un ascenso hasta el
capitalismo, y que se prolongaría en una proyección hacia el futuro en el que
el desarrollo económico (…) permitiría satisfacer las necesidades y las
aspiraciones de la humanidad entera”.
Uno de los principales representantes de la
mencionada escuela será John Locke (1632-1704) quien reflejó en su teoría del gobierno civil la concepción whig de la historia que partía de la
idea de que:
“…los hombres
habían cedido voluntariamente a un soberano la libertad de que gozaban en el
estado de naturaleza, pero no sólo para que este soberano les garantizara una
protección personal (…) sino para que la sociedad política y los legisladores
cumplieran con la misión fundamental de salvaguardar
las propiedades de todos”
Pero no solamente se encargó Locke del
terreno político, sino que a su proyecto político correspondía una visión de la
economía que partía del carácter sacrosanto de la propiedad privada definida
esta como “un derecho absoluto y exclusivo sobre las cosas”, es decir, le
eximía de la posibilidad de compartir los ingresos por ella conseguidos, lo que
excluía de su teoría a la propiedad feudal compartida (viejo enemigo) y mucho
más a la idea de una propiedad comunitaria (nuevo y peligroso contrincante).
Sin embargo, será David Hume (1711-1776)
quien elaborará un esquema
interpretativo de la concepción capitalista de la historia. Fontana lo expone
de la siguiente manera:
“Hume parte de una
consideración de las etapas del desarrollo humano que aparece estrechamente
ligada a las actividades económicas. La primera fase fue la del salvajismo, en
que los hombres se dedicaban únicamente a la caza y a la pesca. De ahí se salió
para pasar a otra en que crecieron desigualmente la agricultura y las
manufacturas: una economía de base agraria, semejante a la que dominaba en la
mayor parte de la Europa de su tiempo (…) Dentro de esta sociedad, el
desarrollo económico se basa en la división del trabajo y la articulación del
mercado. En la primera etapa, estos mecanismos actúan internamente, sobre la
base del intercambio de los excedentes campesinos por las manufacturas locales.
Muy pronto, sin embargo, el comercio exterior y el lujo resultarán
determinantes para acelerar la producción. La atracción de los objetos nuevos
llevados por el comercio lejano incita a los poderosos a consumir unas
mercancías que sus antepasados desconocían; los grandes beneficios de este
tráfico incitan a otros comerciantes a entrar en la competencia y, finalmente,
la industria local procura imitar estos productos foráneos, para los que hay un
ventajoso mercado”
Otros intelectuales seguirán a Hume en la
elaboración de una teoría de la historia basada en el desarrollo capitalista
entre los que Fontana menciona a Edward Gibbon (1737-1794), Adam Ferguson
(1723-1816) y William Robertson (1721-1793). Pero sin duda, la figura más
importante de la escuela escocesa es Adam Smith (1723-1790). Su pensamiento se
fundamenta en “la defensa de la propiedad como fundamento del orden civil” y en
las ideas de Hume y Montesquieu que resultan en:
“…la combinación de
una visión de la historia como ascenso de la barbarie hacia el capitalismo, un
programa para el pleno desarrollo de éste –dentro de un marco de liberalismo
económico, con un sistema político que garantice el respeto por la propiedad
privada- y una anticipación de un futuro de prosperidad y riqueza para todos”
En este sentido, la visión histórica de Smith
le lleva a subestimar el terreno político en el desarrollo de dichas
transformaciones. Fontana continúa diciendo: “Una visión economicista como la
de Smith elimina deliberadamente toda referencia a las transformaciones políticas, que aparecen
como una consecuencia del proceso de desarrollo económico”.
Esta visión de la historia y sobre todo del
progreso humano (un progreso eminentemente capitalista) se convirtió en “la
base sobre la cual se edificaron las ciencias sociales de nuestro tiempo”
y que por lo tanto se han transformado en las bases teóricas combatidas por las
corrientes subversivas al sistema (esto es opcionales al mismo).